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Parroquia Santa Madre de Dios

Entrevista a Manuel Pino a horas de su ordenacion

Don Manuel Pino recibirá el orden sacerdotal este sábado 20 de enero a las 10 horas en la Parroquia Madre de Dios (Lucila Godoy 02263, comuna de Lo Espejo), le será conferido el sacramento por Monseñor Andrés Arteaga, Obispo Auxiliar de Santiago. Diácono permanente desde hace 11 años y viudo.

Manuel habla pausado, mira a los ojos con un sabia ternura, y mucho realismo. Ciertamente no es un soñador, sus pies tocan bien en el suelo.
Respeto, agradecimiento, son palabras que salen con frecuencia de sus labios:

Dar las gracias al Padre Dios por haberse fijado en este obrero, agradecerle que no tiene preferencia entre sus hijos, que nos quiere a todos por igual. A los obispos que confiaron y al apoyo del Vicario que fue grande. Hay algunos curitas que me han marcado en la vida, primero un holandés P. Hernán a Juan Salvador y ahora Padre Leonel y a todos los amigos que creyeron en mi, también había los que no creían.

Don Manuel nos cuenta su recorrido hasta llegar a ser diácono y cómo la Gracia de Dios se ha hecho presente, un hombre de esfuerzo, casado, con un compromiso social y con la Iglesia, enviuda y ahora será sacerdote. ¿Cómo surgió esto de ser sacerdote?  

Pasaron tres años después que quedé solo y en una conversación con el Padre Vicario salió el tema de mi vida para adelante. Le dije que había tomado la decisión de seguir sólo hacia adelante, sirviendo a la Iglesia y a mis hermanos de comunidad. Padre Cristián me preguntó si yo daría un paso más y le pedí una semana para conversarlo con mis hijos a lo que ellos respondieron "papá es su vida".
Hablé con Don Ricardo Ezzati y fui al seminario.

Reforzar los estudios
Había estudiado 13 años antes y se requería algo más en cuanto a todas las disciplinas. Tuve que hacer el ramo audienda (de oír), que es aprender a confesar. Complementar la parte de la celebración para eucaristía, la Consagración, algo hermoso, esa parte tan hermosa cuando se levanta el pan y arriba se produce la trasustanciación y baja como Cuerpo de Cristo o el Copón que baja como Sangre de Cristo.
 
Siempre he conversado con mis hermanos de comunidad y les digo "bien que se coloquen de rodillas pero que no agachen la cabeza, se está mostrando y se está perdiendo todo lo hermoso". A veces se pierde la comunicación de esta experiencia que es la parte culminante de la celebración, después todo lo que viene es complementario.

¿Qué le han dicho en su comunidad?
La gente está feliz por el regalo de Dios y segundo, por fin ordenan a una persona del pueblo.

Yo vengo de una familia obrera, soy el tercero de seis hijos. padre, madre y yo mismo, hemos sido obreros. Sigo siéndolo, fui dirigente sindical entre los años 1972 y 1978, en el sindicato de mueblería chica. Fui dirigente de junta de vecinos en la Población Nueva Atacama de San Miguel y esto me llevó a comprometerme en el Movimiento Obrero de Acción Católica -MOAC- junto al P. Pierre Dubois y al P. Alfonso Baeza. Ahí empecé a conocer mucho más la iglesia jerarquía porque empecé a integrarme a otros movimientos, como representante del MOAC en el departamento de laicos y ahora participo en un movimiento de base de La Victoria. Treinta años como militante del MOAC. Todo esto lo hice siempre acompañado de Virginia Carvajal, mi señora. Un matrimonio que duró 43 años y donde nacieron César, Osvaldo y Verónica. Y ahora tenemos ocho nietos.

Todo esto ilumina una historia. Y la otra cosa es: "¿cómo nace la inquietud al diaconado?" en una celebración de la eucaristía con el P. Jesús Herrero me llama a que le ayude a distribuir la comunión y cuando me pasa el Copón siento algo muy extraño y un sudor por todo el cuerpo. Cuando se lo comunico a P. Jesús, él me manda a conversar con los encargados al diaconado. Pasé seis años estudiando hasta mi ordenación en el año 1993. Después de la ordenación trabajé tres años en la Parroquia Santa María de la Esperanza que corresponde al sector de la Vicaría Sur y después me trasladaron a la Parroquia Madre de Dios al quedar sin párroco, de manera que con tres diáconos nos fuimos a la primera experiencia para conducir juntos esta parroquia, hasta que nombraron al P. Leonel de Ferrari.

Don Manuel, ¿sabe dónde vaya destinado ahora?
Todavía no.

¿Qué cree que está diciendo Doña Virginia, su esposa?
Yo creo que ella jugó  un papel muy importante, pienso que ella ha sido intercesora de este proceso ante el P. Dios. En una oportunidad ella me preguntó que haría yo si me quedara viudo y le dije: "me iría a vivir con los curas". Cuando llegó el momento del diaconado me dijo: "¡para la cuestión pues, si yo no me voy a morir", y después de conversar ella comprendió y me apoyó en todo. Ella fue mi formadora directa: se sentaba casi al final del templo cuando me tocaba dirigir una liturgia y me miraba fijo a los ojos en la homilía y cuando veía que tenía que cortar, me hacía un gesto. Y como esto tantas cosas más. Me quitó la brutalidad que yo tenía, yo era un hombre muy bruto. Estoy convencido que ella ha intercedido mucho por mí, con todas mis limitaciones.

¿Cómo fue la experiencia en el seminario para un hombre con su experiencia, viudo y con hijos y nietos?

En el seminario le decía a los profesores, "Padre, yo no vengo por las notas, sino por lo que vengo a captar de usted". Igual nomás di las pruebas: audienda, mariología, eclesiología I y II, eucaristía, sacramentos, derecho sacramental y derecho matrimonial. Yo no soy intelectual, algunos me dicen que soy espiritual pero yo no me siento así, yo me siento mucho más pastoral, pero en el seminario me fue bien. En mariología pude entender todo lo que significa María para nosotros, antes lo tenía muy por encima y ahora soy un enamorado de la Virgen María. En Cristología está nuestra vida.

¿Qué le gustaría que les quedara a sus hijos y nietos de todo esto?
Los valores de su mamá y abuelita, los valores de mi señora. Y después que sigan comprendiéndome, porque el tiempo lo comparto entre la comunidad y ellos. Los hijos, hija, nueras y yerno que viven más lejos es el puro sábado en la tarde. Que sigan comprendiéndome como hasta ahora y que los quiero mucho.

¿Cuál es el rostro de la Iglesia que más valora?
La Iglesia liberadora donde todos mis hermanos se sientas felices, donde no haya discriminación y  se cumpla lo que el Santo Padre, Juan Pablo II, dijo en Chile "Los pobres no pueden esperar" y seguimos esperando. Para los jóvenes, que miren solamente a Nuestro Señor Jesucristo y a nadie más, como su líder. Nadie más les va a llenar de respeto, comprensión y amor. Pero no un amor platónico, sino el amor en que entiendo que mi hermano es parte de mi, eso es lo que necesitamos.

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